Editorial: La expresión, “Tengo la cabeza como un bombo”, resume un poco lo que está pasando estos días en España y sus diferentes comunidades autónomas, casi independientes. La denominada cogobernanza, esa palabrota inventado como muchas otras cosas y actos en esta pandemia. Los ciudadanos han terminado por tirar la toalla, nadie entiende nada, nos hemos sumergido en un completo caos, las cabezas más lúcidas no son capaces de explicar este jeroglífico. La España de José María el Tempranillo, Pepe Gotera y Otilio, Mortadelo y Filemón, Pancho Villa, la picaresca (Lazarillo), ha tomado cuerpo y forma en unos protagonistas que hablan idiomas incomprensibles.

Lo del mando único es un chiste que provoca millones de carcajadas, una obra de teatro virtual donde los asistentes se destornillan de risa hasta caerse de la butaca. Presidentes que no hubiesen llegado a acomodadores marcan el paso de una historia caprichosa y demencial. Esa es la parte alegre. Por contra, está lo del recuento diario de los fallecidos, infectados, curados, UCI, asintomáticos, ingresados. Todo contable hace un borrón, aquí ya no queda espacio para los diferentes monigotes sin tinta encima de los garabatos.

Resulta que necesitamos sobre 350.000 millones de euros para salir de esta agonía, eso dicen los expertos bien informados, y solo nos dejan 90.000. Mientras la cruda realidad nos pone ante un espejo sacamos de la chistera la Renta Mínima Vital para 850.000 familias y más de 2,3 millones de personas con ingresos garantizados de entre 461 € de mínimo y 1.100 euros de máximo, con un papeleo de nueve peldaños, donde habrá que necesitar un economista para aclarar conceptos. Otros recuerdan que no se pagan los ERTE. Esos contables que ahora dicen que la reforma de la Ley Tributaria busca esquilmar lo poco que queda en el sector productivo.

Cada sábado el presidente hace los anuncios de rigor, hágase el fútbol, el turismo, las vacaciones, la libertad de movimiento, la normalidad, el trabajo, la alegría, el amor, la gastronomía, el ocio, las fiestas, el cine, los eventos. Se termina el estado de alarma para muchos en breve, ya no hay virus. Aquel microscópico animal salvaje y sanguinario se ha evaporado. Siempre hay letra pequeña en cada bando, habrá deporte sin público, vuelos sin pasajeros, trabajo sin clientes, ocio con lágrimas, películas sin luz, normalidad con los bolsillos vacíos y llenos de telarañas. Quien da más.

Para las próximas elecciones nacionales buscan un partido político nuevo que aglutine personas normales, ordinarias, hombres y mujeres de estado, estadistas de altura, líderes que hayan tenido algún trabajo conectado a la realidad social y económica, profesiones. Personas que sigan unos criterios de principio a fin aunque se equivoquen, que no den bandazos sobre la marcha. No quieren genios inspirados en la ciencia de la magia. Ni dirigentes que no sabes lo que piensan porque improvisan para ellos mismos. Según demanda y oferta. Si no te gusta lo cambio, tengo toda la baraja disponible.

Difícil de explicar todo. Decía mi abuela cuando algo le venía grande y no había manera de adaptarlo a su entendederas, “esto no hay por donde cogerlo nieto”. Voces por todos los rincones pidiendo basta. Tan solo somos simples mortales ciudadanos de a pie que pusimos nuestro destino en gestores que tiene solución para todo. Nosotros pagamos sin rechistar y seguimos pedaleando, ellos deben poner los caminos y carreteras para circular. Son 350 diputados, una tonelada de senadores, 17 presidentes de los reinos de taifas, miles de asesores, alcaldes, regidores, diputaciones. Pagamos cada año por sus servicios 25.000 millones de euros. A que esperan.

Tengo un amigo de la CNT que piensa que el mejor Gobierno es el que no existe, y tengo una amiga que piensa diferente, esta chica me dijo muy seria, si adjudicamos el Gobierno a una empresa privada nos sale mucho más barato y pagamos igual a los técnicos que ahora firman. Habrá objetivos y si no se cumplen los ponen de patitas en la calle. Como les digo, tengo la cabeza como un bombo, igual que la mayoría de residentes en este gran país donde quienes sobran son los que llevan la infecta partitura. Rafael Gabaldón San Miguel.